domingo, 12 de abril de 2009

Una colonia de cadaveres


(I)

Hay algo que padres y maestros no terminamos de asumir; LOS NIÑOS DE 3 A 6 AÑOS NO TIENEN VACACIONES DE VERANO ¡¡NUNCA TIENEN VACACIONES DE VERANO!!

El último día de clase llegan al colegio padres y madres, niños y niñas, maestros y maestras, vestiditos de domingo para festejar el fin de curso y, por ende, el comienzo de las vacaciones. Después de la fiesta y con lagrimones en los ojos, madres y padres, niños y niñas, maestros y maestras, nos deseamos felices vacaciones y de paso les recordamos a los niños "Ahora sí que van a poder dormir ¿Eh? Van a poder descansar, jugar a lo que quieran y tal..¡ Qué suerte! ¿No es cierto?"

Pues no, no es cierto, porque suponiendo que las clases terminan un miércoles, al lunes siguiente los niños se están levantando a la misma hora de siempre, desayunan rápido como siempre para tomar un autobús, distinto pero más o menos como el de todo el año, y llegan a la colonia donde los espera otra maestra/o para jugar más o menos a lo mismo de siempre pero en otro sitio. Ergo, la confusión en la mente infantil está servida....


Hace muchísimos años trabajé en una colonia muy pija con niños de esa edad, entre ellos había uno, Andrew, que todavía no había cumplido 4 años, hijo de la familia más pija, con más pasta y más noble con la que me ha tocado trabajar jamás. No había tarde en que su madre no apareciera entre los enormes arbustos que franqueaban su mansión para recibir a su hijo y que, mientras lo ayudaba a bajar del autobús, no nos agradeciera nuestro trabajo. Ante cualquier requerimiento los padres de Andrew siempre estaban allí, preocupándose por él y por el resto del grupo, como debe ser.


De tal palo era Andrew, un niño super inteligente, reflexivo y además bilingüe, lo que seguramente había ayudado a agilizar su intelecto. Sus pensamientos y conclusiones solían ser más elaborados que los del resto del grupo.

Por mi parte, y para redondear el sueldo,había aceptado ser también monitora de uno de los autobuses, así que, antes y después de la llegada al campo, hacía todo el recorrido en el autobús en el que casualmente viajaba Andrew.


Al final de la primer semana de la colonia de "vacaciones-pero-¿¡Cómo-vacaciones-si-en-vacaciones-uno-se-levanta-a-cualquier-hora-y-hace-lo-que-le-da-la-gana!?" íbamos en el autobús de vuelta a casa y Andrew, sentado a mi lado, miraba la carretera sin verla, en silencio, reflexionando como siempre. Cansado e intuyendo quizás lo que le esperaba el resto de su infancia, me preguntó "Seño...si en invierno hay colegio y en verano hay colonia, en invierno...¿Hay verano?". Ante semejante muestra de duda existencial, lo único que se me ocurrió fué esta patética y racional respuesta "No Andrew, en verano hay verano y en invierno hay...solamente invierno"

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(II)

Hace unos años llegué a Euskadi para coordinar un Jolastxokoa (En euskera, rincón de juegos), colonia de verano para niños en edad preescolar que todos los años organiza el ayuntamiento.
Una mañana llevamos a los grupos de la ikastola (colegio) que coordinaba a un parque cerca de la ciudad.

Frente al parque y junto a su iglesia había un yacimiento arqueológico en el que, en ese momento, un grupo de arqueólogos estaba en plena faena. Dejé a los niños con sus monitoras y me acerqué a preguntar si algún arqueólogo/a podía improvisar una visita guiada para nosotros. Una de ellas, muy maja, nos guió por la iglesia en obras dando una pequeña explicación, aunque lo que más disfrutaban los niños era caminar por los túneles y subir y bajar escaleras con los cascos protectores en la cabeza.

Cuando salimos de la iglesia pasamos por las excavaciones donde se podían ver esqueletos en sus respectivas fosas. La arqueóloga aprovechó para explicar que se podía reconocer que esqueletos pertenecían a hombres y cuales a mujeres por el ancho de los huesos de la cadera. Seguimos paseando por una pasarela hasta llegar a unas fosas en las que, además de los esqueletos, se podía ver sus calaveras bien limpias, distinguiéndose claramente del resto de los huesos, aún con tierra. De repente Irati (5 años) interrumpió la explicación de la guía y, señalando las calaveras, gritó " Esos que están ahí son todos hombres porque son calvitos"

Finalizada la excursión dejamos a los niños jugar libremente en el parque. Observé que un grupo de niñas rodeaba al hermano mellizo de Irati (sorry tronco, no recuerdo tu nombre) que estaba llorando. Cuando me acerqué al grupo, escucho a una de ellas que así, sin respirar, todo seguido, le decía "Tu mamá no se va a morir tu papá no se va a morir tu abuela no se va a morir tu abuelo no se va a morir...", pero el hermano de Iratí la interrumpió aún llorando "¡¡YO NO ME QUIERO MORIR!!"




CONCLUSIÓN: Primera y última vez que llevo a un grupo de preescolares a ver esqueletos y calaveras.

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¡¡SI!! TU ME ESTAS DANDO MALA VIDA, YO PRONTO ME VOY A ESCAPAR...